
Sin duda recordamos a Pasteur (1822-1895) como el gran vencedor de los microbios, al darse cuenta de que las enfermedades estaban producidas por unos seres tan pequeños que ni siquiera era posible ver a simple vista.
La verdad es que tal opinión resultaba ridícula a ojos de muchos científicos y notable médicos: ¿cómo algo tan pequeño iba a debilitar a un hombre hecho y derecho?.
Si bien Pasteur se ganó el lugar que ocupa en la historia de la ciencia SIN DUDA ALGUNA.
Seríamos injustos si olvidáramos a otro protagonista: Ignaz Semmelweis (1818-1865)
A quien la historia de la ciencia ha relegado a un cierto olvido.
En los años comprendidos entre 1844 y 1846, la mortandad de las parturientas en la Primera División del Hospital de Viena era cercana al 10 %. Con puntas de hasta el 50%
La tasa en la Segunda División era del 2 %.
La Primera División era atendida por médicos y la Segunda por enfermeras.
Las causa de la muerte era la fiebre puerperal.
Durante dos años Semmelweis trató de averiguar por qué la mortalidad era mayor en la división supuestamente mejor (la atendida por médicos) (debía ser buena persona, las pesadillas le atormentaban ante tantas muertes y apenas podía conciliar el sueño mchas noches)
Durante una de las autopsias un estudiante se cortó con el bisturí de un cirujano y murió con los síntomas de fiebre puerperal unos días después.
Por aquel entonces el instrumental de quirófano no se esterilizaba y servía de una intervención para otrar sin pasar por el fregadero.
También sucedía que cuando al cirujano en plena intervención se le caía al suelo el instrumental, lo recogiera, lo limpiara con la manga de la chaqueta (tampoco se usaban prendas especiales en los quirófano) y siguiera la intervención.
Por lo tanto había algo (el lo llamaba materia cadavérica) que los médicos estaban transmitiendo con sus manos desde los quirófanos y salas de autopsias a las parturientas (no, no se lavaban las manos después de una intervención).
Semmelweis supuso que si los médicos y estudiantes de medicina se lavaran con algo lo suficientemente potente, no se convertirían en los asesinos en los que se habían convertido.
La historia sigue de manera triste, los médicos denostan y tratan de loco a Semmelweis, ¡qué se ha creído¡ ¡obligadnos a lavarnos las manos¡ ¡¡de ninguna de las maneras¡¡.
Semmelweis es expulsado del hospital y termina en un asilo, donde para demostrar que tenía razón se hace un corte con un bisturí infectado, muriendo a los pocos días de fiebre puerperal.
Hoy algunas autoridades postales le ofrecen el recuerdo que sin duda merece en forma de los pequeños papelitos que este blog ilustran.
Como veis murió treinta años antes que Pasteur (solo dos años de diferencia en sus nacimientos) y siempre nos quedará la duda de que de no haber tenido el trágico final que tuvo podría haber compartido la gloria con el gran Pasteur.




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